CIEN Y MÁS MANERAS DE MORIR Ver más grande

CIEN Y MÁS MANERAS DE MORIR - PAPEL

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En estos relatos, Eduardo Toral no tiene piedad con nadie. Cada cual puede morir a su gusto, pero toda muerte, como absurda que es, puede ser coleccionada. Hay muertes dramáticas, las hay que dan risa, las hay imposibles, las hay que sobrevienen, por...

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EL COLECCIONISTA DE MUERTES

Tiene el autor, como alguno de sus titubeantes personajes, una sospechosa y apasionada afición por coleccionar muertes y certezas, como la de que nadie te puede acompañar a la nada de una manera natural. Ni siquiera cuando dos enamorados se suicidan cogidos de la mano sincronizan su paso al más allá. También lo de que estrenar muerte es un lujo al alcance de cualquiera, y que no hay nada tras la última boqueada de oxígeno salvo un festín de cuatro tenedores para los gusanos...

Solo a Eduardo Toral se le podía ocurrir catalogar las mil y más maneras de morir en unos cuantos relatos. Morir de infección, o cansado de vivir o... Hay quien resiste tres naufragios, pero cae ante una ramplona angina de pecho, quien muere devorada su yugular por un can, y quien consigue la única probabilidad estadística de ser alcanzado por un rayo entre 2.320.000. También está el que una vez muerto se apresura a vivir en la memoria de quienes le ayudaron en el trance, y la muerte con espectáculo: se cayó por la ventana del salón al tropezar con una alfombra y dio con sus huesos siete pisos más abajo, en la recién alicatada acera del bulevar. Y la hay que te descojonas... A la muerte producida por la risa los médicos la llaman “hilaridad fatal”. Claro que cuando sabes que vas a morir es otra cosa: Salió de la consulta del oncólogo y tenía los mejores asientos de preferente para el vuelo semestral al cielo y unas entradas de primera fila para el próximo discurso anual de Dios.

Pero como no todo es morir y en el largo trance de vivir pasan muchas cosas, quiere el autor regalarnos algunos otros relatos divergentes, desemejantes, barateados, disonantes... Hay crítica, ácida, hay humor, llamémosle leonés, y no hay piedad para nada ni nadie. Hay que leerlo para difrutarlo.

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En estos relatos, Eduardo Toral no tiene piedad con nadie. Cada cual puede morir a su gusto, pero toda muerte, como absurda que es, puede ser coleccionada. Hay muertes dramáticas, las hay que dan risa, las hay imposibles, las hay que sobrevienen, por...